Por Héctor Héreter
16 de marzo de 2016
No es el Ku Kux Klan; los evangelistas fundamentalistas o aquellos que quieren expulsar a los emigrantes mexicanos de Estados Unidos quienes más se beneficiarían de ver a Donald Trump en la presidencia de los Estados Unidos, es no otro que el combatiente Estado Islámico de Iraq y Siria conocido mundialmente por sus siglas de ISIS.
Para muchos parecerá una idea totalmente ilógica de que el mayor enemigo en el Medio Oriente quiera que los estadounidenses elijan a aquel que ha prometido “borrar de la faz de la tierra a todos los miembros de ISIS”.
Pero dentro de nuestra mentalidad occidental es muy difícil de interpretar cuáles son las metas que persiguen aquellos que proponen la creación de un califato desde Irán, extendiéndose por el norte de África hasta reconquistar España.
En diciembre de 2014, el propio comandante de las fuerzas especiales norteamericanas desplegadas en el Medio Oriente, general Michael K. Nagata en una entrevista al The York Times fue muy elocuente al decir que “todavía no entendemos el ideario de ISIS y posiblemente nunca lo logremos”.
Este grupo, que se distingue por su sanguinaria brutalidad más allá de cualquier parámetro aceptable de nuestra cultura greco-romana-cristiana, ve en Trump su mejor archirrival con su propuesta de mandar miles de soldados a pelear en contra de ISIS. Precisamente eso es lo que ellos quieren: traer a Estados Unidos a su propio terreno de batalla y así unir todas las facciones árabes que pululan en el Medio Oriente. Entonces, si Trump logra subir como Zeus al Olimpo del poder en Washington, ISIS tiene la oportunidad de convertirse en la Némesis que todos los musulmanes esperan para lograr su “venganza” contra occidente.
ISIS: MADE IN THE USA
En uno de los muchos debates que se han dado en televisión sobre la amenaza de ISIS, un comentarista describió al Medio Oriente como la “región más esquizofrénica del planeta”. Aunque todos profesan las prédicas de Mahoma, existen cientos, sino miles, de grupos con una interpretación propia de cómo debe imponerse el Islam en el mundo. Al-Qaeda, Hezbolahh, Hammas, Talibán, Lashkar-Toiba, Boko Haram son algunos de los más conocidos, pero la región está tan dividida que algunos no pasan de ser meras tribus de aldea pero no menos letales.
Esto lo sabe muy bien el líder máximo de ISIS, Abu Bakr al-Baghdadi , que para unir a todos la mejor manera es buscarse un enemigo común a quien todos odien. Puede que estas organizaciones se maten entre sí para lograr el poder, pero cuando un “infiel” pone pie en sus tierras todos responden al unísono.
Baghdadi, quien estuvo preso por casi un año en el campamento de prisioneros en Bucca, Iraq, regido por las fueras militares norteamericanos, convirtió su cautiverio en una verdadera universidad. No perdió su tiempo jugando fútbol o ajedrez, se transformó en una verdadera esponja de conocimientos absorbiendo todo lo que sus compañeros de presidio y de sus propios carceleros pudieran brindar. Ahí conoció a muchos oficiales del desmembrado ejército de Sadamm Hussein de quienes aprendió tácticas militares. Ya que los estadounidenses lo consideraban su “prisionero más confiable” aprendió sobre la forma de pensar estadounidense y hasta sus captores le enseñaron hablar inglés, con la esperanza de que algún día fuera un aliado más en la zona. De nuevo vemos la ingenuidad del Cowboy norteamericano.
Por ello será que el presidente Barack Obama muestra resistencia de poner tropas en el Medio Oriente para combatir a ISIS, sobre todo luego de gastar $30 millones en adiestrar soldados iraquíes que al primer enfrentamiento a mediados de 2014 con los terroristas salieron corriendo con el rabo entre las piernas sin siquiera disparar una bala en Mosul, segunda ciudad más grande de Iraq.
Baghdadi sabe bien el temor que produce en los norteamericanos la simple referencia de ISIS
y cómo Trump logró capitalizar este miedo para mostrarse como el único defensor de “The American Way of Life”. Mientras que a nosotros la mera mención de la palabra Holocausto nos genera piel de gallina, por el contrario los fundamentalistas árabes consideran el Apocalipsis como la promesa de que al fin la ley de Mahoma se impondrá en el resto del mundo; no les importa morir en el proceso.
y cómo Trump logró capitalizar este miedo para mostrarse como el único defensor de “The American Way of Life”. Mientras que a nosotros la mera mención de la palabra Holocausto nos genera piel de gallina, por el contrario los fundamentalistas árabes consideran el Apocalipsis como la promesa de que al fin la ley de Mahoma se impondrá en el resto del mundo; no les importa morir en el proceso.
¿Sabrá Trump que su violenta retórica xenofóbica y bélica nos acerca más al fin de los tiempos? Esta pregunta ya deja de ser importante para que la responda el personaje; lo importante es conocer si sus seguidores lo saben.