Héctor Héreter Latouche
San Juan, Puerto Rico
26/02/17
D
|
esde
que arrancó la campaña presidencial en Estados Unidos a principios del 2016
insistía que el ahora primer mandatario Donald Trump era otro Hugo Chávez.
Varios de mis amigos y colegas me refutaron tal aseveración sobre la
base que Trump es un multimillonario capitalista mientras que Chávez era un
oficial de ejército anti capitalista.
Pero mi apreciación no se basaba en sus posturas de cómo dirigir la
economía; más bien en su manera de seducir las masas en una explosión de posturas
radicales.
A diferencia de nuestros primos del Norte, los latinoamericanos poseemos
un amplio legado histórico de dictadores que llegaron al poder a través de la
propia democracia para luego implosionarla y
convertirse en dictadores con perpetuidad en el palacio presidencial, ya
bien lo llamemos Miraflores (Venezuela) Casa Rosada (Argentina) la Casa de la
Moneda (Chile) o el moderno Palácio da Alvorada (Brasil).
En la figura de Trump los latinoamericanos pueden ver un espejo de lo
que ha sido su propia historia con una larga lista de déspotas que rigieron por
años, incluso décadas.
Al igual que los populistas latinoamericanos, Trump se auto define como
el “verdadero representante del pueblo” bajo coacción de explotadores internos y fuerzas externas
(inventadas o no) que amenazan la estabilidad del país. Propone devolver la
grandeza de tiempos pretéritos que ninguno de los presentes han experimentado
en carne propia, o sea pura fábula de un guión de película sobre héroes ya
fallecidos hace siglos.
Gobiernan a través de la confrontación y polarización. Un discurso
agresivo en el cual aquellos que piensan diferente no son la mera oposición,
son estigmatizados comoe enemigos y traidores. Manipulan los medios de comunicación, ya bien
sea al hacer declaraciones estrambóticas ante periodistas que se convierten en
formidables “sound bites”para la radio y televisión o titulares de primera
plana en los diarios. Pero una vez que
llegan al poder le declaran la guerra hacia esos mismos medios y periodistas
que le desplegaron la alfombra roja para convertirse en residente del Palacio
Presidencial. (http://internacional.elpais.com/internacional/2017/02/24/estados_unidos/1487966003_555770.html)
Pues Trump no reinventó la rueda, tan solo siguió el
Manual Latinoamericano de cómo blindarse en el poder, algo que lo podemos
visualizar desde que América Latina se independizó del imperio español; desde
la desmembración de la Gran Colombia de Simón Bolívar, pasando por Juan Domingo
Perón en Argentina hasta Hugo Chávez con sus principales aliados Evo Morales en
Bolivia, Rafael Correa en Ecuador y Daniel Ortega en Nicaragua.
Pero el populismo no es exclusivo de la
izquierda, la vimos también con el derechista Alberto Fujimori en Perú quien
utilizaba diarios amarillistas en contra de sus oponentes. Los términos de Post Verdad y Hechos
Alternativos no son de nuevo cuño de quienes asesoran a Trump, son técnicas
ampliamente utilizadas por muchos, desde los alegados intentos de golpe de estado
de la derecha inventados por Chávez o las estadísticas sobre la inflación
adulteradas por and Cristina Fernández de Kirchner en Argentina.
Al observar el primer mes del mandato
Trump, muchos demócratas latinoamericanos sienten un “deja vú” o la sensación
de que ya vieron esta película. Todos
concuerdan en pronosticar que tendrá resultados nefastos tanto sociales como
económicos sobre el país.
Pero el actual teorema de cómo afectará
a América Latina la presidencia de Trump
es lo que muchos analistas tratan de descifrar.
Según la tercera ley física de Issac Newton, de acción yreacción, establece que siempre que un objeto ejerce una
fuerza sobre un segundo objeto, este ejerce una fuerza de igual magnitud y
dirección pero en sentido opuesto sobre el primero.
Ya vemos asomos de un nacionalismo a la
inversa que surge, principalmente en México, ante la investida de Trump. El legendario político de izquierda Andrés
Manuel López Obrador lidera la encuestas de opinión para convertirse en
presidente en las elecciones del 2018 con su propuesta de “La Patria Primero”, no
muy distante del eslogan de Trump “Let’s make America Great Again”.
En vez de mirar hacia el futuro, estos
megalómanos se afincan en un ficticio pasado heróico en el cual los
protagonistas ya no existen y por tanto no pueden protestar por las deviaciones
históricas. ¿Qué dirían Bolívar,
Sarmiento, Juárez, Thomas Jefferson o el propio Washington ante este nuevo
escenario político?